Érase un hombre a una nariz pegada: la poesía de lo grotesco

Érase un hombre a una nariz pegada, es una de las joyas literarias creadas por Francisco de Quevedo, un poeta y escritor español que destacó en el Siglo de Oro. Este poema, que forma parte de su extensa obra, nos sumerge en el mundo de lo grotesco, mostrándonos una visión completamente distinta y poco convencional de la belleza.

Índice
  1. El poder de la imaginería en la poesía de Quevedo
  2. La crítica social y política en los poemas de Quevedo
  3. Ejemplos de poemas sobre la belleza grotesca
    1. Poema 1
    2. Poema 2
    3. Poema 3
  4. La trascendencia de la poesía grotesca

El poder de la imaginería en la poesía de Quevedo

La poesía de Quevedo se caracteriza por su uso magistral de la imaginería, y Érase un hombre a una nariz pegada no es la excepción. A través de su poema, Quevedo nos presenta una imagen inolvidable de un hombre con una nariz desproporcionadamente grande, que desafía los estándares tradicionales de belleza.

Esta imagen grotesca no solo nos provoca una reacción inicial de sorpresa y desconcierto, sino que también nos incita a reflexionar sobre cómo la sociedad define la belleza y la aceptación física. Quevedo nos muestra que la verdadera belleza no se encuentra en los cánones preestablecidos, sino en la singularidad y en lo inesperado.

La crítica social y política en los poemas de Quevedo

Quevedo, además de ser un maestro de la palabra, también fue un crítico social y político implacable. En muchos de sus poemas, incluyendo Érase un hombre a una nariz pegada, podemos encontrar ácidas críticas hacia la sociedad de su época.

En este poema, Quevedo utiliza la figura del hombre con la nariz pegada para representar la corrupción y la falsedad que abundaban en su tiempo. La nariz, símbolo de olfato y discernimiento, se convierte en una metáfora poderosa que denuncia los vicios y la hipocresía presentes en la sociedad.

Ejemplos de poemas sobre la belleza grotesca

Poema 1

La nariz

Érase una nariz superlativa.

Érase una nariz sayón y escriba.

Érase un peje espada y una cruz gota.

Érase un naricísimo infinito,

frisón archinariz, caratulada.

¡Érase un naricísimo infinito!

Poema 2

La lechuga

Vi lechugas al uso, lechuceaba.

Subscribe a ellos salió mi bobada.

Con miedo reculaba y me encauzaba.

Alelado me vi en un color suave,

sobre lecho, en embracing beats relajado,

pálido y simplicífíco, enamorado.

Poema 3

La manaza

¡Ay, mísero de mí, y ay infelice!

¡Manaza cruel de rosada y blanca!

¡Talón más borricardo que una lanza!

¡Cuán pardos filos monstruosos te hice!

¡Envidia y maravilla de las dornajas!

¡Ay, tú, sabiendo bien lo que me cuestas,

a un tiempo un ciento vicios dándome a tientas,

y siempre sin la menor cultura a las agiñas!

La trascendencia de la poesía grotesca

La poesía de Quevedo, y específicamente obras como Érase un hombre a una nariz pegada, ha trascendido el paso del tiempo y ha dejado una huella imborrable en el mundo literario. Su capacidad para explorar lo grotesco y para desafiar las convenciones establecidas ha sido una influencia para innumerables escritores y poetas posteriores.

Quevedo nos enseña que la belleza puede encontrarse en lo más inesperado, y que la verdadera grandeza no reside en lo superficial, sino en la profundidad de nuestras palabras y pensamientos.

En conclusión, Érase un hombre a una nariz pegada es un ejemplo brillante de la habilidad de Quevedo para transformar lo grotesco en poesía. Este poema nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la belleza y con la sociedad, y nos muestra que la verdadera grandeza reside en la autenticidad y originalidad de cada individuo.

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